El blog de Pucca está en obras. Vuelvo pronto, ya casi queda

14 octubre 2007

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Tribulaciones de las fiestas de octubre

Según yo, mis corazonadas y mis biorritmos, no es un buen momento para tomar decisiones. ¡Bendito Dios que es así! Porque si fuera un buen momento, no sé lo que decidiría. Hay tantos factores, sentimientos, deseos en mí, que cada uno jala para dirección exactamente contraria a los demás. Me explico.

Resulta que, después de un año de ausencia de mi país, los de las batas blancas se muestran preocupados. Y son dos sus preocupaciones, ¿cómo arreglarme ahora? Y ¡cómo es que me voy a volver a ir! Ya saben, ahora prometen que unos 3 meses de rehabilitación me dejaría como nueva (bueno! Como semi-nueva). A lo cual, no puedo evitar recordar, que desde hace 5 años, he estado en más de seis rehabilitaciones, que finalmente me despiden con un “no pudimos hacer mucho por ti”.

Tomando un buche de esperanza, confío en que ahora si funcionará. Y entonces voy con los siguientes factores. En tres meses, a donde voy, estará un frío de esos cabronsísimos. Irme, en tales condiciones, significaría que mi espalda se pusiera como lomo de gato asustado, en menos de 3 días ahí. Según los de las batas blancas, el frío es contraindicado para mi. Una opción es irme antes de que empiece dicho frío, para irme adaptando poco a poco a las bajas temperaturas. Aun así, dicho ambiente, no es lo más indicado para mi condición.

Otro camino que podría seguir es esperar a que empiece el frío y se termine. Yo aquí, el frío y mi nueva ciudad, allá. Ajá, supongamos. Yo lejos del frío, con exitosa rehabilitación. Entonces el siguiente verano viajo y ¿qué va a pasar el siguiente septiembre cuando empiece a bajar la temperatura? ¿Huiré como lo estaría haciendo este año?

Y, hasta ahora, estoy tomando en cuenta dos cositas importantes de mi vida. Pero yo soy más que un par de asuntos. Si bien, mi espalda ha sido capitana en muchas decisiones, no es lo único que me mueve. Mis niveles de “productividad”, bajones en los últimos años, quedan en niveles negativos en estos momentos. Quisiera emprender de una vez el viaje para, precisamente, emprender algo. Si iré a vivir tres años en aquel mundo, quiero empezar a ver opciones, rutas, para embarcarme en algo.

Eso, sin hablar de lo emocional. Aquí, soy hija, sobrina, nieta, amiga. Allá soy la reyna del hogar. Soy compañera en las batallas. Curadora en malos días. Soldada en medio de un regimiento que me ayuda a luchar. La mejor rascadora del mundo. Quien alegra un día difícil. Amiga que ayuda, amiga que es ayudada. Con derecho a estar muy bien y justificada a, de pronto, estar muy mal. Tal vez, allá vea menos gente querida y querendona, pero siento que allá estaría en
mi vida.

Estar aquí es como estar en una pausa. Una de tantas que he tenido, que me han servido mucho, que he disfrutado, pero que finalmente sé que no se trata de empezar, mucho menos, terminar nada. Aquí nada empieza ni termina… solo el tiempo pasa. Y la vida es tan corta, tan rápida, que intento que mis pausas se den pero que no sean tan largas. Porque la historia se sigue escribiendo y no va detenerse conmigo. La historia toma nuevos escenarios, nuevos personajes, nuevos ritmos y yo quiero estar en ella.


Partir, mañana mismo, tiene por supuesto sus desventajas. Sino fuera así, mis angustias, mis letras, no tendrían razón de ser. Con el lomo entumido, los días se vuelven lentos y dolorosos. En esas condiciones, empezar una nueva vida, tiende a lo imposible. No solo hay malestar físico, sino que éste arrastra consigo desesperanza. Nada parece ser buena idea. Nueva g
ente y nuevos lugares, así, carecen de sentido. “Emprender” se vuelve un sueño absurdo. Y ¡claro! Todo apoyo emocional se concentra físicamente, cual monolito de cuatro kilómetros de diámetro, en una sola persona. Caerle, yo y mi kilométrico monolito, así, de un trancazo a un solo ser, me parece abusivo e injusto. Es cierto que toda alma querida y querendona, me siguen en mi viaje, me apoyan y me echan porras, pero en realidad, solo uno es quien moja su hombro con mis lágrimas. Por más avanzada que esté la tecnología, todavía, besos, lágrimas y abrazos, no pasan por la red.

Micha y micha, podría ser la solución. Un cacho de tiempo aquí, con rehabilitación, mejorando, entrenando lomo. Emprendiendo pequeños quehaceres. Tal vez podría tomar un curso de talado de chiquihuites. Y luego ir. Teniendo, allá, como primera tarea, continuar con la reh
abilitación. Así, estaría expuesta al frío, pero también estaría bajo cuidados al respecto. Lo emocional parecería equilibrado en esta opción, pero créanme que no tanto. Este camino, significaría no ver a la Joaca, a la Cha y a la Charola de pulgas. ¡Ya sé! Todo quiero. Pos si ¿quién no?

Hace dos días decidí no decidir. Me di diez días para tomar una decisión. Mientras tanto intento no pensar mucho al respecto. Si lo hago me agobian las
ideas y corro a ver alguna película o a tomar un café. Estresarme no ayuda, todo lo contrario. Según mis biorritmos, no estoy en mi mejor momento emocional, ni intelectual. De lo físico, ni les cuento. Entre tanto, resolveré mis pendientitos como si me quedaran tres semanas en mi país. Total si me quedo más tiempo, tranquila estaré, y si me voy en ese lapso, también.






Quisiera que leyeras esto para que sepas lo que hay en mí. Quisiera que no lo leyeras para que no sepas que finjo si me ves o escuchas feliz. Lo escribo como terapia por mi. Las Dioscidencias (diría Kme) harán que te enteres o no, que el paso que daré en próximas fechas, no será resultado de una corazonada, un arrebato o un dominio puramente racional. Será, ante todo, lo que me toque vivir.

Ya que anduve viendo biorritmos, caí en una página que, poniendo mi nombre completo y días de nacimiento, se atrevió a decirme lo siguiente:

“Estás destinado a encarar todas las dificultades de la vida con gozo en tu corazón”

Sea así.

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