El blog de Pucca está en obras. Vuelvo pronto, ya casi queda

01 noviembre 2010

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Coqueta calavera

La muerte me coquetea.

De chica le temí, la vi como una ladrona silenciosa. Acechaba en una esquina, la podía ver pero, la muy atormentadora, no terminaba por entrar a mi casa y arrebatarme lo mío.


Así crecí, de luto por una muerte que no llegaba.

La crónica de una muerte anunciada que iba perdiendo con los años drama y ganaba un poco de comedia.


Con los años, empecé a tomarle cariño, era una vecina más. Fue buena conmigo, me dio tiempo para despedirme de algunos. Y de los que no, ni oportunidad me dio de estar presente en la partida, por lo que todavía espero encontrarlos en alguna calle.


Ha cambiado mucho mi manera de verla. Ya no creo que sea una enemiga. Es más una amiga que nos da toda una vida de ventaja, de oportunidad.


Convivir con ella nos vuelve seres intensos, nos convierte en locos por aprovechar los momentos que tenemos oportunidad de vivir, nos hace desprendidos de lo amado para que viva sus propias locuras en su justa intensidad.


En ella, en la muerte, he hecho mi más grande promesa de vida. Y en mi vida, las cosas se calman cuando recuerdo esa promesa nacida por la muerte.

La flaca, la huesuda, como la quiera yo llamar, no es mala, sólo es incomprendida. Basta un poco de silencio para leer entre líneas el mensaje que le mandan darnos.

Mientras no llegue, todo es posible, porque una vez que se apersona vienen valiendo pistaches nuestros sueños y buenas intenciones.


Por eso digo: nada en esta vida se acaba, hasta que se acaba la vida.