El blog de Pucca está en obras. Vuelvo pronto, ya casi queda

02 septiembre 2010

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Yo, Dehesa

Dehesa que llegaba a casa, hambrienta y cansada. Dehesa que apenas terminaba de comer, tomaba la sección de editoriales del periódico y se refugiaba en su cuarto. Dehesa que en sus letras encontraba una genial manera de ver la vida. Dehesa que por más de una década lo leía. Dehesa que le escribía cartas. Dehesa que en su vida había Dehesa. De esa, de esas mujeres, de esos ciudadanos, de esos lectores, de esos escritores, de esos mexicanos que le agradecíamos que riera y mentara, de esa, Dehesa soy yo.

Vi la noticia y salí de mi cuarto en búsqueda de mi madre. Me abrazó y lloré como hace mucho no lo hacía. Si, que ya no sufre. Si, que está en un lugar mejor. A todo digo que si, pero el dolor intenso de que ya no respire el mismo aire que yo, duele mucho.

Siento la horfandad de nuevo. Ahora, mi padre biológico y mi padre literario se echaran chistes y albures a dos de tres caídas sin límite de tiempo, en ese lugar donde van a descansar los que terminaron su misión en este mundo y, por tanto, en este país.

Un gran paquetote hemos heredado. Yo nada más espero que mi Padre Dios le permita volver a Don Dehesa dos veces por año para que se le aparezca a Montiel, hasta que integre, él mismo, el caso contra sí.

No quiero ver Twitter, mucho menos la prensa, no quiero leer sobre Germán Dehesa. No quiero saber de su funeral, ni de homenajes póstumos. El único homenaje de lo que honro en él, no está en la pluma de ninguno, está en las letras y madres que nos dejaba caer sin misericordia él mismo. Con esas me quedo y esas son las que releeré una y otra vez.

Ni en sueños soy su hija literaria, mi madre, como todas, engrandece las habilidades de sus hijas. Aún siendo mentira, me honro en sentirme su más cercana lectora hija literaria putativa, ahora huérfana de letra fresca, Dehesa que me gusta leer.

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