El blog de Pucca está en obras. Vuelvo pronto, ya casi queda

29 octubre 2006

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La semana tiene un nuevo día

Eso es vida!!! Sígueme dando sorpresas.
De los domingos nunca he esperado nada. De niña recuerdo que ese día siempre tenía una opresión en el pecho. Creo que era fastidio. Era el día en que no pasaba nada especial. Y luego, eran los días previos a las clases. O los días de regreso de Salvatierra a León. Después significaba que se terminaba la fiesta y era hora de ser responsables al siguiente día. Los domingos los veo como pijama y ya.

Pues es evidente que me falta por aprender mucho de esta vida. No cualquier día. Sino un domingo, justo cuando estoy en una ciudad muerta los domingos. En pijama. Reviso mi correo y encuentro un mensaje que ha cambiado por siempre mi visión de los domingos. Hago un poco de historia.

Hace 22 años, en verano, hicimos maletas para ir, como cada año a pasar dos meses en Salvatierra. Tenía nueve años. Unos días antes mis papás nos habían reunido para preguntarnos cosas raras, algo de estar todos juntos o no. No entendí bien. Esta vez no viajaríamos en avión, como cada año. Lo haríamos en coche, con mis papás. Recuerdo que desde que arrancamos, yo volteaba a ver las calles y casi en silencio cantaba las golondrinas, mientras lloraba. Algo era diferente para mí. Oficialmente, aquel viaje no tendría nada de especial. Al terminar “las vacaciones largas” regresaríamos a Guasave. Yo estaba triste porque no me había alcanzado a despedir de mi amiga Presy.

Unas semanas después supe a que se debía esa sensación de diferencia. Esta vez no volveríamos a Guasave. La vida de ahí en adelante sería fuera de allá. Además viviríamos con mis abuelitos un año en Salvatierra, mientras mis papás se establecían en León. Unos meses después mi papá fue a comprar cigarros y no volvió OK OK OK eso fue relleno mío. En realidad, fue a vender los muebles del sanatorio, pero efectivamente, solo volvió de visita. Nunca volveríamos a vivir mamá, papá, nana y niñas juntos.

Durante los primeros meses yo intercambiaba cartas con una monja de Guasave y con Presy. Me seguía doliendo tanto el no haberla abrazado por última vez. Era una niña pero ya le daba gran valor a la amistad. Además, con tantas cosas de adultos que pasaban a mi alrededor, yo la necesitaba. Con los años las cartas se fueron espaciando, hasta que dejaron de enviarse de un lado y de otro. Sin embargo, siempre recordaba su apodo y su nombre completo.

Hoy recibo un email de ella. Me había encontrado en google. La muy ingenua me pregunta si me acuerdo de ella. Me pregunta por mi familia y me manda cariño sincero. Tengo la piel chinita. Alguien tan querido, tan disfrutado viaja del pasado a mi presente. Le contesto enseguida diciéndole en donde está toda la familia. En Guanajuato, en León, en el cielo, en Barcelona, en Panamá y en Birmingham. Por extrema precaución guardo su dirección electrónica, no quiero volver a perderla. Aún tengo ganas de abrazarla. Y hoy siento que ese día se acerca.

Los domingo han cambiado, 31 años, casi 32, me tomó para dejar de ver con ojos gris, un día que tiene sol y aire como todos los demás.

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