El blog de Pucca está en obras. Vuelvo pronto, ya casi queda

02 octubre 2008

6

No se olvida jamás

Terminé temprano el exámen de farmacología, creí que me llevaría cinco horas, y no, en tres horas y media estoy afuera. Debería irme a domir. No sé muy bien desde hace cuánto no uso una pijama. Las últimas semanas he dormido un par de horas. En un sillón, en la mesa de la biblioteca, en la alfombra del cuarto de alguna compañera, siempre vestida y rodeada de enormes libros.


Pero no, no iré a dormir. Me comprometí a imprimir esténciles. Mañana habrá marcha y a penas alcanza el día de hoy para informar a los compañeros. Entre más vayamos, será mejor. Tal vez mañana, al terminar la manifestación podré dormir más decentemente. ¡Claro! Si la emoción lo permite.


La imprenta está vacía. Así que aprovecho para imprimir y hasta alcanzo a destruír ahí mismo el molde. Mi papá dice que una de las mejores estudiantes de mi facultad, no debería de asistir a esos eventos. Me mataría si supiera que yo ayudo a promoverlo y hasta gozo molestando a los soldados que mandan a “cuidarnos”. Son unos asesinos, drogados, mira que soportar que les gritemos y les escupamos, y ellos como si nada, como soldaditos de plomo.


Pero es que
¡algo tengo que hacer! Han desaparecido compañeros y otros han tenido que huir. Son estudiantes, jóvenes, igual que yo y son tratados como criminales. Los acusan de “terroristas” cuando lo único que han hecho es alzar la voz, señalar las injusticias y la represión que hemos sufrido por parte de los granaderos y el ejército. ¡Ellos nada tienen que hacer en nuestras escuelas, prepas y en la universidad! ¡Que se vayan!


Esa manifestación fue todo un éxito. No solo eramos estudiantes, nuestros padres, hermanos mayores, hermanitos, vecinos y profesores estuvieron ahí exigiendo lo mismo. Llevábamos pañuelos en la boca. Los periódicos la llamaron “la marcha del silencio”.


Después, se cancelan las clases porque el ejército se instaló en Ciudad Universitaria. Nos están provocando. Según sé, también se instalaron en el Poli. Pero no vamos a caer en la trampa, decidimos alejarnos de ahí por unos días, mientras que el rector exige que se retiren.


Me voy unos días a mi ciudad natal. Mis papás están preocupados, pero es que están manipulados por lo que dicen en el noticiero. Ahí, no nos bajan de insurrrectos. Por más que les trato de explicar el espíritu del movimiento, es imposible. Mi papá, hasta me prohibió regresar a México. Pero no lo quiero obedecer, la manifestación del 2 de octubre será la mejor. No me la quiero perder.


Sé que mienten en el noticiero. Los estudiantes no tenemos armas. Dicen que hay diez muertos, pero no dicen nombres. Hablan de “la agresión de los estudiantes”. Ahí estaba mi novio y mis amigos. He estado llorando los últimos días, no sé nada de nadie. Mi papá, ahora menos que nunca, me deja volver. Dice que pude haber muerto si no me hubiera prohibido irme.


Pasan los días y nos vamos dando cuenta que lo que pasó el 2 de octubre fue peor que lo que nos imaginamos. Sabemos que algunos están en Lecumberri, pero otros no están por ningún lado. Hay madres llorando niños y niños llorando abuelos. Quienes estuvieron ahí y pudieron esconderse en algún edificio de Tlatelolco, hablan de un helicóptero, de balas que venían de los edificios, de balas que salían de entre la manifestación que iban a la misma gente. Voy armando la historia de esa noche con los pedacitos que cada quien logra decir. Todos estan conmocionados, dicen que vivieron el infierno.



¡Tan infierno!
Que perdí a mi novio. Si, en pleno Tlatelolco, el dos de octubre de 1968. El, fue uno de los que corrió a uno de los edificios a esconderse. Una señora los escondío. Uno en el closet, dos debajo de la cama. Ahí le tocó a mi novio. Ahora, ex novio. A él y a Rita, una exnovia de el. Dice que creyeron que morirían. Afuera, por horas se seguían escuchando disparos. Al verse tan cerca de la muerte, perdí a mi novio. No murió, pero volvió con Rita.


Mi sueño es sólo uno de los microsueños que se perdieron ese día. A cuarenta años, hemos descubierto a qué grado aquel fue un acto planeado. Que los guantes blancos eran una señal, que el batallón Olimpia tenía claras ordenes de disparar a todos los que no tuvieran ese guante en la mano izquierda. Que la luz bengala del helicóptero fue la señal de “fuego” para que empezara la matanza. Que los responsables de esa matanza han ido muriendo en sábanas de seda, lejos del castigo que merecen.


Ha pasado toda una vida y, no, el dos de octubre no se olvida.

6 comentarios:

  1. Benditos sean los momentos en que me contaste la historia y me acercaste libros para que conociera más del movimientos. Gracias madre. Te quiero.

    ResponderBorrar
  2. Eyy esa historia tambien la escuche alguna vez... que lindo que la hayas plasmado con tanto detalle...fue como escuchar a la Doña platicandola jejeje... Besitos

    ResponderBorrar
  3. Que no se olvide, Que lo hablemos. Que leamos y que recordemos que un Gobierno poco democráticos puede hacer mucho daño. No lo olvidemos.

    ResponderBorrar
  4. me hiciste recordar el 2 de Octubre.. te mando un abrazo.. te lo quiero dar.. si vienes?

    ResponderBorrar
  5. En efecto, no se olvida y que no se olvide nunca...

    un abrazo

    ResponderBorrar
  6. Precisamente el otro dia en Madrid estaba leyendo sobre la historia de Mexico y las revueltas estudiantiles y de todo un poco. (Tambien me lei el compiortamiento intestinal de los Koalas, es que una cerveza matando tiempo mientras esperas, da para mucho). Besos mil, linda. A ver cuando nos vemos.

    ResponderBorrar